PRO-1229: Turina/Granados Sonatas para Violín y Piano

Joaquín Turina
Joaquín Turina (1882-1949) nació en Sevilla. Empezó sus estudios musicales en Madrid y más tarde composición y piano en Paris con Vincent d'Indy y Moscowski respectivamente. A lo largo de su eminente carrera impartió classes de música en Madrid, fué pianista del "Quinteto de Madrid", dirigió el "Ballet Russe" en España, escribió numerosas obras literarias y musicales para teatro, fué crítico de una revista española de música, y fué nombrado miembro de la Academia Española de Bellas Artes. Sus obras están sazonadas con las escalas y armonias modales y fraseos musicales de su tierra natal. En la superficie resuenan influencias francesas.
En su Primera Sonata para Violín y Piano opus 51, (1929) Turina emplea versiones modificadas de las formas clásicas tradicionales. De tal forma, el primer tiempo es como una especie de Sonatina, el efecto del segundo es arqueado y el último tiene forma de Rondo, con un tema fogoso que se alterna con episodios contrastados. Al final de la sonata, se repite el primer tema del primer movimiento, lo cual da a la obra un aspecto cíclico. Este ciclicismo se emplea y desarrolla más insistentemente en la Segunda Sonata opus 82, en la cual la idea principal del mayormente lírico primer movimiento aparece brevemente a lo largo del segundo, cuyo aire resembla un Scherzo, y otra vez en formas variadas en el movimiento final.
"El Poema de una Sanluqueña", opus 28 (1924) es una fantasía que consiste en cuatro piezas descriptivas, cada una de las cuales establece una atmósfera prevalente y va seguida, o bién de un desarrollo, o de materiales temáticos contrastantes. La obra tiene una dedicatoria "A las muchachas de Sanlúcar" y el título de cada movimiento refleja esta concepción. El primer moviemiento, "Ante el Espejo", se inicia con un Andante que lleva la notación "Melancolía y tristeza", seguido por un Allegretto denominado "Contemplación y optimismo". Un andante súmamente conmovedor continúa (sin pausa) con la denominación "Himno a la Belleza" y será un tema que se repite en los siguientes movimientos. El segundo movimiento, "La Canción del Lunar", funciona como Scherzo en la obra y nos recuerda la consumbre femenina de pintarse un lunar en la cara como parte del maquillaje. El tercer movimiento, "Alucinaciones" pinta en términos musicales las fantasias y sueños de la pasión interna y asienta las bases para un movimiento lento (aúnque transformado al final por un pensamiento desenfrenadamente agitado). El movimiento final "El Rosario en la Iglesia" refleja hondamente los sentimientos religiosos que forman parte integral del carácter típico español. Como campanadas, acordes introductorios resonando casi inaudiblemente en la iglesia van seguidos por el tema "Himno a la Belleza", que aquí parece más describir el amor místico a Diós. La obra concluye con un final tranquilo que deja al oyente inspirado y al espiritu de la sanluqueña en paz y armonía con Diós. Las dos sonatas y "El Poema de una Sanluqueña" son hoy en día primordialmente desconocidos por violinistas a quienes les atrae más la música virtuosa de Sarasate y Manuel de Falla. Sin embargo, esta música ofrece una seria y contemplativa alternativa al virtuosismo indulgente y sobre todo consigue evocar muy representativamente la escencia española.

Enrique Granados
Enrique Granados y Campina (1867-1916), alumno de composición del gran historiador y compositor español Felipe Pedrell, es hoy en día principalmente recordado por sus obras para piano "Danzas Españolas" y "Goyescas". Esta última fué la base para una ópera estrenada por La Opera Metropolitana de Nueva York en 1916. El joven Granados hizo frecuentes giras como pianista y fué reconocido como un pianista brillante por lo cual fué grabado por Welte en su pianola mecánica que se llamó el "Welte Mignon". Granados, fundador de una sociedad de conciertos de música clásica y de una escuela de piano denominada "Academia Granados", murió cuando el barco en el que regresaba del estreno de su ópera en Nueva York se hundió, a consecuencia del ataque de un submarino alemán. Algunos sobrevivientes relataron como Granados, quien se encontraba dentro de uno de los numerosos barcos salvavidas, se lanzó al agua cuando vió a su mujer luchando por mantenerse a flote, pereciendo en su intento vano por salvarla.
Quizás aún más sutílmente español que las sonatas de Turina, la Sonata (de un sólo movimiento) para Violín y Piano de Granados logra crear una unidad notable a través del uso casi obsesivo de su motivo principal. Aunque hayan momentos más activos, y un posible tema secundario, el efecto total es monolíticamente lírico, tierno y quizás hasta lánguido. Está dedicada al gran violinista francés, Jacques Thibaud.


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